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FEMINISMO

junio 29th, 2010

Si hay algo que no se puede negar es que las mujeres no tienen, en la sociedad contemporánea y menos en el pasado, las mismas oportunidades que los hombres, salvo en algunas actividades muy específicas, que por otra parte no son de gran relevancia.

Aunque la situación ha mejorado mucho con respecto a épocas anteriores y pese a la incorporación en la legislación de muchos países, de la igualdad de derechos civiles entre el hombre y la mujer, lo que se ha avanzado al respecto no ha sido como para pensar que nos estemos aproximando a una situación de razonable ecuanimidad, en realidad los progresos han sido pocos y muy lentos.

Creo que la principal causa que conspira con el avance de la igualdad de los derechos civiles es que tenemos una cultura milenariamente machista, somos culturalmente machistas, hasta las mujeres lo son y, a veces, mucho más que los mismos hombres.

Si se quiere llegar a la igualdad lo que habría que hacer no es cambiar las leyes, sino la cultura y fundamentalmente, nuestros estereotipos culturales con relación al hombre y la mujer. Aún hoy, la sociedad induce a niños y niñas conceptos de alto contenido machista, los juguetes son un claro ejemplo, es impensable que un niño pida una muñeca como regalo de cumpleaños porque eso es de niñas, que tienen instinto maternal, en esos casos se piensa que lo más probable es que el chico tenga alguna desviación, si quiere jugar con muñecos, que lo haga con soldaditos o mutantes, tiene que ser algo viril y violento, tampoco se le ocurra a una niña pedir una caja de herramientas porque quiere arreglar autos, bicicletas o electrodomésticos, tendrán que pedir una cajita con hilo y aguja para ayudar a su madre a coser botones o acortar un vestido, así tiene garantizado su futuro de costurerita engañada.

De esta manera y muchas otras se va esquematizando la forma de pensar de los niños, que aceptan todo eso como natural, y al considerarlo natural difícilmente van a cuestionar esa visión estereotipada que les van imponiendo, máxime cuando también los padres participan y consienten el proceso. La sociedad toda, conscientemente algunos e inconscientemente otros, fomenta el machismo de la manera más eficiente de perpetrarlo: está incrustado en nuestras convenciones. Con las pautas culturales existentes ninguna sociedad puede actuar de una manera que no sea machista.

No es con movimientos feministas, ni con cuotificación de puestos de trabajo, cargos políticos o lo que sea que se va a conseguir la igualdad de oportunidades, es con un cambio de nuestras pautas culturales que implícitamente aceptan y fomentan el machismo. Por ejemplo, sería mucho más importante que la cuotificación posibilitar que el apellido del hijo no tenga que ser necesariamente el del padre, en esto los sajones tienen un machismo exacerbado, cuando una mujer se casa no solamente sus hijos llevarán el apellido de su marido, también ella lo adoptará en detrimento del suyo propio, en nuestro país y los de habla hispana, por lo menos el hijo lleva el apellido del padre, pero seguido por el de la madre, en cuanto a la mujer, si bien conserva su apellido le agregan un ”de fulano” en clara indicación de pertenencia al marido. En realidad tan mal no está lo que hacemos por estos lares ya que los dos apellidos brindan una información precisa e inequívoca sobre nuestra procedencia, podría mantenerse la utilización de los dos apellidos seguidos, por ejemplo, de mp (que indicaría que el primero apellido es el de la madre y el segundo el del padre) o pm recíprocamente. Parece injusto que el apellido de la bisabuela por línea materna, que tiene tanto aporte genético como el del bisabuelo por línea paterna, sea imposibilitado por ley de continuar por esa rama.

El dicho de Charly García “Yo también fui espermatozoide” tiene claras connotaciones machistas, podría haber dicho “Yo también fui un óvulo”, pero hubiera sido muy difícil de deglutir en nuestra sociedad, seguramente lo hubieran tildado de maricón.

Es mucho más importante, como se ha indicado más arriba, luchar contra esos milenarios conceptos que se han trasmitido generación por generación y están tan arraigados en nuestras creencias que los aceptamos como verdades absolutas, cuando no lo son, ni mucho menos.

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LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO

abril 1st, 2010

 

Consejo de Ministros

 

Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ‘sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.” Feuerbach, epígrafe de “La sociedad del espectáculo”, publicado en 1967.

La sociedad del espectáculo” es un ensayo, cuyo autor Guy Debord (1931-1994), escritor, cineasta y activista político francés, un personaje talentoso, complejo, controvertido y polémico, fundador y líder de un pequeño grupo ultrarradical que arremetía contra todo y contra todos, denominado la Internacional Situacionista, fundada en 1957, que pretendía ser la nueva vanguardia artística y filosófica durante la segunda mitad del siglo veinte. Sus conceptos no encajaban con los de la sabiduría convencional de los intelectuales contemporáneos, a quienes despreciaban, ellos pretendían una revolución cultural de una sustancia muy diferente a la de los movimientos revolucionarios de la época[1]. Eran una especie de post anarquistas y tuvieron cierta responsabilidad en las revueltas de mayo del 68 en Francia, algunos dicen que su influencia fue marginal y otros que el movimiento Situacionista fue el responsable ideológico de los desórdenes, pero lo cierto es que eslóganes como “No trabajéis nunca”, “Gozar sin trabas”, “Consumid más, viviréis menos”, que estuvieron de moda durante esos sucesos, fueron acuñados años antes por los situacionistas.

El grupo se disolvió en abril de mil novecientos setenta y dos, el propio Debord junto con Gian Franco Sanguinetti, explicaron que las ideas del movimiento ya habían sido diseminadas, dando por terminada su razón de ser. Un fin demasiado silencioso para una agrupación ultra vanguardista, revolucionaria e intransigente y con un pasado glorioso, seguramente el fracaso en la revuelta de mayo del sesenta y ocho caló hondo en los situacionistas y, fundamentalmente, en Debord, quien más tarde reconocería que acertó en los diagnósticos pero se equivocó en las recetas. A partir de entonces seguiría escribiendo y haciendo cine experimental (que no tuvo buena crítica) pero sin ningún aporte relevante. Se suicidó en mil novecientos noventa y cuatro como consecuencia de una enfermedad irreversible derivada de su adicción al alcohol, prefirió darse un tiro en el corazón cuando la situación era inaguantable, antes que caer en manos de médicos, a quienes aborrecía, así era de radical.

Debord, en «Comentarios sobre la sociedad del espectáculo» (1988) observaba, hace ya muchos años, un fenómeno que estaba adquiriendo cada vez mayor relevancia: “La posesión de un ‘estatus mediático’ ha adquirido una importancia infinitamente mayor que aquello que uno haya sido capaz de hacer realmente.” Y también: “Aquello de lo que el espectáculo puede dejar de hablar durante tres días es como si no existiera. El espectáculo habla entonces de otra cosa, que, a partir de ahí, en resumidas cuentas, existe. Como se ve, las consecuencias prácticas son inmensas.” Con esta concepción el “Pienso, luego existo” de Descartes se transforma en “Soy mediático, luego existo”, es una nueva racionalidad.

El espectáculo, en la concepción de Debord, el viejo sueño de las clases dirigentes de poder transformar la ficción en realidad, siempre existió en mayor o menor medida a través de la historia y las civilizaciones, lo que sucede actualmente es que, con los nuevos medios de comunicación masiva y la evolución de las técnicas de manipulación, las clases dirigentes disponen de herramientas capaces de transformar la ficción en realidad como nunca antes habían tenido.

El film “La cortina de humo” (Wag the dog), protagonizado por Dustin Hoffman y Robert de Niro, creo que puede considerarse la versión cinematográfica actualizada de “La sociedad del espectáculo”, muy diferente de la que filmó Debord, quien seguramente no la aprobaría, pero, a mi modo de ver, tiene el mismo mensaje, aunque su apariencia sea más light que el estilo de intelectual de mediados de siglo XX de Debord. Lo que sucede es que los norteamericanos son más sencillos y dicen las cosas de modo que se entiendan.

Seguramente en un futuro próximo el principal espectáculo será la denuncia del poder de los medios de comunicación y de su tergiversación de la realidad, así funciona el espectáculo, de esa manera la denuncia pasa a ser una realidad, o sea una ficción.

Debord fue devorado por “La sociedad del espectáculo”, por una razón muy sencilla, la tecnología forma parte de la cultura, como también el espectáculo, eso fue así desde los inicios de la civilización y, pese a todos sus inconvenientes, la cultura convencional es permeable al progreso y cuando aparecen nuevas ideas, se apropian de ellas y las adaptan a sus intereses.

A diferencia del gozo sin trabas que preconizaban los situacionisas, en la actualidad se goza sin ahorro, se paga con tarjeta de crédito en infinitas cuotas y se lo exhibe con regocijo, es real pero también ficción…y produce crisis reales.


[1] Para Debord y los situacionistas, los regímenes de China, Vetnam del Norte y Cuba eran capitalismos burocráticos de estado y “la hora del sindicalismo revolucionario pasó desde hace tiempo, porque bajo el capitalismo modernizado, todo sindicalismo tiene reconocido su sitio, grande o pequeño, en el espectáculo de la discusión democrática sobre los acicalamientos del estatuto del trabajo asalariado, es decir, es interlocutor y cómplice de la dictadura del trabajo asalariado: democracia y trabajo asalariado son incompatibles”. Carta de Guy Debord a los anarquistas españoles de setiembre de 1980, titulada «A los libertarios«.

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