LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO
Consejo de Ministros
“Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ‘sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.” Feuerbach, epígrafe de “La sociedad del espectáculo”, publicado en 1967.
“La sociedad del espectáculo” es un ensayo, cuyo autor Guy Debord (1931-1994), escritor, cineasta y activista político francés, un personaje talentoso, complejo, controvertido y polémico, fundador y líder de un pequeño grupo ultrarradical que arremetía contra todo y contra todos, denominado la Internacional Situacionista, fundada en 1957, que pretendía ser la nueva vanguardia artística y filosófica durante la segunda mitad del siglo veinte. Sus conceptos no encajaban con los de la sabiduría convencional de los intelectuales contemporáneos, a quienes despreciaban, ellos pretendían una revolución cultural de una sustancia muy diferente a la de los movimientos revolucionarios de la época[1]. Eran una especie de post anarquistas y tuvieron cierta responsabilidad en las revueltas de mayo del 68 en Francia, algunos dicen que su influencia fue marginal y otros que el movimiento Situacionista fue el responsable ideológico de los desórdenes, pero lo cierto es que eslóganes como “No trabajéis nunca”, “Gozar sin trabas”, “Consumid más, viviréis menos”, que estuvieron de moda durante esos sucesos, fueron acuñados años antes por los situacionistas.
El grupo se disolvió en abril de mil novecientos setenta y dos, el propio Debord junto con Gian Franco Sanguinetti, explicaron que las ideas del movimiento ya habían sido diseminadas, dando por terminada su razón de ser. Un fin demasiado silencioso para una agrupación ultra vanguardista, revolucionaria e intransigente y con un pasado glorioso, seguramente el fracaso en la revuelta de mayo del sesenta y ocho caló hondo en los situacionistas y, fundamentalmente, en Debord, quien más tarde reconocería que acertó en los diagnósticos pero se equivocó en las recetas. A partir de entonces seguiría escribiendo y haciendo cine experimental (que no tuvo buena crítica) pero sin ningún aporte relevante. Se suicidó en mil novecientos noventa y cuatro como consecuencia de una enfermedad irreversible derivada de su adicción al alcohol, prefirió darse un tiro en el corazón cuando la situación era inaguantable, antes que caer en manos de médicos, a quienes aborrecía, así era de radical.
Debord, en «Comentarios sobre la sociedad del espectáculo» (1988) observaba, hace ya muchos años, un fenómeno que estaba adquiriendo cada vez mayor relevancia: “La posesión de un ‘estatus mediático’ ha adquirido una importancia infinitamente mayor que aquello que uno haya sido capaz de hacer realmente.” Y también: “Aquello de lo que el espectáculo puede dejar de hablar durante tres días es como si no existiera. El espectáculo habla entonces de otra cosa, que, a partir de ahí, en resumidas cuentas, existe. Como se ve, las consecuencias prácticas son inmensas.” Con esta concepción el “Pienso, luego existo” de Descartes se transforma en “Soy mediático, luego existo”, es una nueva racionalidad.
El espectáculo, en la concepción de Debord, el viejo sueño de las clases dirigentes de poder transformar la ficción en realidad, siempre existió en mayor o menor medida a través de la historia y las civilizaciones, lo que sucede actualmente es que, con los nuevos medios de comunicación masiva y la evolución de las técnicas de manipulación, las clases dirigentes disponen de herramientas capaces de transformar la ficción en realidad como nunca antes habían tenido.
El film “La cortina de humo” (Wag the dog), protagonizado por Dustin Hoffman y Robert de Niro, creo que puede considerarse la versión cinematográfica actualizada de “La sociedad del espectáculo”, muy diferente de la que filmó Debord, quien seguramente no la aprobaría, pero, a mi modo de ver, tiene el mismo mensaje, aunque su apariencia sea más light que el estilo de intelectual de mediados de siglo XX de Debord. Lo que sucede es que los norteamericanos son más sencillos y dicen las cosas de modo que se entiendan.
Seguramente en un futuro próximo el principal espectáculo será la denuncia del poder de los medios de comunicación y de su tergiversación de la realidad, así funciona el espectáculo, de esa manera la denuncia pasa a ser una realidad, o sea una ficción.
Debord fue devorado por “La sociedad del espectáculo”, por una razón muy sencilla, la tecnología forma parte de la cultura, como también el espectáculo, eso fue así desde los inicios de la civilización y, pese a todos sus inconvenientes, la cultura convencional es permeable al progreso y cuando aparecen nuevas ideas, se apropian de ellas y las adaptan a sus intereses.
A diferencia del gozo sin trabas que preconizaban los situacionisas, en la actualidad se goza sin ahorro, se paga con tarjeta de crédito en infinitas cuotas y se lo exhibe con regocijo, es real pero también ficción…y produce crisis reales.
[1] Para Debord y los situacionistas, los regímenes de China, Vetnam del Norte y Cuba eran capitalismos burocráticos de estado y “la hora del sindicalismo revolucionario pasó desde hace tiempo, porque bajo el capitalismo modernizado, todo sindicalismo tiene reconocido su sitio, grande o pequeño, en el espectáculo de la discusión democrática sobre los acicalamientos del estatuto del trabajo asalariado, es decir, es interlocutor y cómplice de la dictadura del trabajo asalariado: democracia y trabajo asalariado son incompatibles”. Carta de Guy Debord a los anarquistas españoles de setiembre de 1980, titulada «A los libertarios«.
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