POR UN PUÑADO DE MORRONES

Hace unos días fue noticia que un masculino, al decir de los partes policiales, fue capturado y enviado a la cárcel por haberse apropiado indebidamente de una bolsa de morrones.

No le presté mucha atención a la noticia, no sé en qué circunstancias se apropió indebidamente de la bolsa de morrones, ni si ésta pesaba diez, cincuenta o cien quilos, ni cómo la transportaba, si sobre los hombros, en una bicicleta o en un carrito, ni si los morrones eran rojos, verdes o amarillos, ni de cómo fue capturado, ni si el “chorro” tenía antecedentes penales, de lo único que me enteré fue que manifestó a la policía que se había apropiado de la bolsa para vender los morrones a cinco pesos, tampoco sé si ofrecerlos a ese precio es caro o barato.

Lo que sí sé es que fiscal y juez de la causa son hombres que viven en una burbuja, aislados de un mundo real donde la delincuencia se va empoderando lenta pero inexorablemente de los espacios urbanos, suburbanos y rurales y donde todos los días vemos asesinatos, rapiñas, copamientos, asaltos a mano armada, violaciones, secuestros y un sinfín de otros truculentos delitos[1], cuyos autores, una pequeña minoría de ellos, son capturados, pero son cantidades suficientes como para transformar nuestras cárceles en una ridícula  parodia del juego de ”la gata parida”

Parecería que el robo de una bolsa de morrones está, criminalmente, a años luz de lo que es moneda común y corriente en los delitos que nos informa diariamente la prensa escrita, radial y televisivas y, que enviarlo a las escuelas de crimen que son nuestros pretendidos centros de rehabilitación es aplicarle un castigo demasiado exagerado a un pobre aspirante a verdulero, porque no es que hayan otras alternativas, más racionales, humanas, económicas para el País y menos traumatizantes para el imputado, máxime si llega a ser primario, porque todos sabemos qué es lo que le va a pasar en la cárcel .

 

 

[1] Esto sin contar los delitos de corrupción, prevaricación, peculado, abuso de poder, tráfico de influencias etc., que cometen sin solución de continuidad, en el espacio y en el tiempo, nuestros políticos.

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