FE DE ERRATAS

En mil novecientos noventa y nueve publiqué un ensayo titulado “CASOS Y COSAS DE LA HISTORIA” en el cual escribí que la Isla de Pharos le debía su nombre al Piloto de la nave de Ulises, que murió en una escala que realizaron en esa isla en el complicado y prolongado viaje hasta Ítaca después de la Guerra de Troya. Hace un tiempo vi por televisión un documental que intentaba reconstruir el azaroso viaje de retorno de Ulises a Ítaca. Según esa investigación, habría navegado por casi todo el Mediterráneo, pero no habría pasado ni cerca de Egipto, me llamó la atención esa discrepancia con lo que yo había escrito y, obviamente, fui a consultar a mis fuentes. Grande fue mi sorpresa cuando, en un diccionario de mitología griega, e incluso en otras referencias, leí que Pharos no había sido el piloto de Ulises, sino de Menelao. La verdad que no sé porqué puse que era el piloto de Ulises, cuando era claro que ni mis propias fuentes me lo sugerían, pido mis disculpas por ese error y lo rectifico por este único medio. Si algún día publico la segunda edición de “CASOS Y COSAS DE LA HISTORIA”, algo que es altamente improbable, haré referencia a la errata.

De todas maneras, como la aventura egipcia de Menelao tiene todos esos condimentos de la mitología griega, voy a relatarla brevemente porque me parece interesante. Una vez repartido el botín de Troya (mujeres incluidas), circunstancia que generó muchas enemistades entre los vencedores (no por las mujeres, sino por el botín), uno tras otro, los victoriosos guerreros griegos emprendieron viaje de regreso a sus hogares con suerte diversa (muchas sorpresas podían encontrar a la vuelta después de casi veinte años fuera de sus hogares), entre ellos Menelao, quien tuvo la mala suerte que Atenea le enviara una tormenta de la cual sobrevivieron solamente cinco naves, las cuales luego de muchas peripecias recalaron en la Isla de Pharos, donde quedaron varados al no soplar vientos favorables porque parece que habían ofendido a un dios. De no haber hecho nada se hubieran quedado ahí de por vida, pero tuvieron la suerte de ser aconsejados por la ninfa Idotea, quien les sugirió que capturasen a su padre, el dios marino Proteo, que era el único que podría decirles a que dios habían ofendido y como podrían romper el hechizo y conseguir vientos favorables para volver a Esparta. Según parece Proteo tenía un rebaño de focas que llevaba a la Isla frecuentemente, entonces Menelao y tres secuaces se camuflaron de focas con unas pieles malolientes y se unieron al rebaño, en un determinado momento, aprovecharon que Proteo estaba distraído o dormitando y lo apresaron luego de muchos forcejeos, durante los cuales el dios marino se transformó en león, jabalí, árbol, agua y serpiente, pese a todos los artilugios del dios lograron inmovilizarlo y lo obligaron a que dijera la profecía. Proteo dijo que Agamenón había sido asesinado y que Menealo debería volver propicios a la diosa Atenea, que era la que había ofendido, mediante ricas ofrendas. Una vez apaciguó a Atenea con sus regalos y construyó un cenotafio para su hermano, los vientos se volvieron propicios y Menelao pudo regresar, con Helena, su diezmada flota y su menguado botín, a Esparta.

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